De mi gimnasio y los posibles
El San Martín de los malotes:
Yo subía de cinturón a la misma velocidad que la gente que entró conmigo se iba. Muchos chicos se apuntaban, entrenaban un par de años y se volvían a marchar, incluso Lorenzo, que se fue alegando que aquello no le gustaba. Yo no sabría contar cuántas veces pude decirle a mi madre que a mí aquello tampoco me gustaba, pero nunca dejó me desapuntarme y a día de hoy es una de las cosas que más tengo que agradecerle.
Tan es así, que con el tiempo terminé siendo el mayor de los chavales que entrenaban a las 17:30, con la sombra de Araceli siempre siguiéndome los pasos. A mis trece años y con mi cinturón azul por montera, había pasado de ser el blanco de todos los tontazos a ser yo quien aconsejara a los nuevos.
Amarillo, Naranja, Verde, Azul; todo pasaba muy aprisa y entonces empezaron a llegar los que serían mis compañeros de hoy: Pedro, Pablo, Roberto... Por la sala azul pasaron Rafa, Piqueras... hasta Daniel Carrasco! Yo sobreviví a todos ellos hasta el punto de doblar las sesiones, ayudar a los pequeños y pasarme a entrenar los martes y los jueves. El Gimnasio Parque Henares se convirtió en una parte indispensable de mi vida.
Hacía algún tiempo que Ángel me lo venía dejando caer, y esque la clase de las 17:30 me empezaba a quedar pequeña y ya era hora de dar el salto con los mayores. Seguramente he dejado en el tintero muchas anécdotas y nombres en esta primera etapa, pero no pretendo tanto aburriros como contaros lo esencial de todo esto.
Y como lo prometido es deuda, una buena tarde de septiembre me ví a los 13 años metido de nuevo en una clase llena de tipos enormes, en la que me esperaba un tipo llamado David.
Yo subía de cinturón a la misma velocidad que la gente que entró conmigo se iba. Muchos chicos se apuntaban, entrenaban un par de años y se volvían a marchar, incluso Lorenzo, que se fue alegando que aquello no le gustaba. Yo no sabría contar cuántas veces pude decirle a mi madre que a mí aquello tampoco me gustaba, pero nunca dejó me desapuntarme y a día de hoy es una de las cosas que más tengo que agradecerle.
Tan es así, que con el tiempo terminé siendo el mayor de los chavales que entrenaban a las 17:30, con la sombra de Araceli siempre siguiéndome los pasos. A mis trece años y con mi cinturón azul por montera, había pasado de ser el blanco de todos los tontazos a ser yo quien aconsejara a los nuevos.
Amarillo, Naranja, Verde, Azul; todo pasaba muy aprisa y entonces empezaron a llegar los que serían mis compañeros de hoy: Pedro, Pablo, Roberto... Por la sala azul pasaron Rafa, Piqueras... hasta Daniel Carrasco! Yo sobreviví a todos ellos hasta el punto de doblar las sesiones, ayudar a los pequeños y pasarme a entrenar los martes y los jueves. El Gimnasio Parque Henares se convirtió en una parte indispensable de mi vida.
Hacía algún tiempo que Ángel me lo venía dejando caer, y esque la clase de las 17:30 me empezaba a quedar pequeña y ya era hora de dar el salto con los mayores. Seguramente he dejado en el tintero muchas anécdotas y nombres en esta primera etapa, pero no pretendo tanto aburriros como contaros lo esencial de todo esto.
Y como lo prometido es deuda, una buena tarde de septiembre me ví a los 13 años metido de nuevo en una clase llena de tipos enormes, en la que me esperaba un tipo llamado David.
1 Comments:
Hay que decir que tambien ibas adquiriendo cada vez un mejor cuerpazo eh? jajajaja
Madre mia que de gente, Ara, Rafa, Loren.........
un besito
I hate you
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