De mi gimnasio y los posibles
Las primeras patadas siempre fueron difíciles:
Vaya si lo fueron. Recuerdo cada día de gimnasio como una mili particular que hacía que la hora que duraban las clases parecieran muchas más. Lorenzo y yo nos compramos los Doboks (kimonos) correspondientes y nos embarcamos de lleno en nuestra aventura.
No tuvimos demasiada suerte al principio, con nosotros entrenaban gentes que más tarde serían cocainómanos, delincuentes o simples objetores de conciencia; de los cuales tuvimos que soportar sus abusos y... a acatar, que éramos novatos. El caso es que (gracias a los hijoputas que tenía por compañeros) con el tiempo se fue cumpliendo una de las primeras frases que le recuerdo a mi maestro: "Cuantos más golpes te llevas, más duro serás"; supongo que no lo diría por mí, ya que con una sola de mis mejillas se podía prepara la barbacoa entera de una boda gitana.
Se me hizo eterno, pero a los pocos meses (en enero) llegó la hora de enfrentarme a mi primer examen: temblaba como un judío en 1942 y sudaba como para llenar una piscina olímpica antes de entrar en la sala. En aquella sala me esperaban 3 personas corbateadas y a las que no conocía de nada... quién me iba a decir a mí que aquellas 3 personas terminarían entrenando conmigo no tardando mucho. Una de ellas era David, mi espejo particular.
Aquello fue un viernes, el lunes ya había cambiado el color de mi cinturón: ahora era blanco-amarillo y lo recibí con la ilusión que un padre toma a su hijo en brazos por primera vez, fue un estímulo para seguir entrenando y un premio a todas aquella calorías gastadas, horas sudadas y lágrimas derramadas. Y esque también lloré, pero ese capítulo me lo reservo para otra ocasión.
Vaya si lo fueron. Recuerdo cada día de gimnasio como una mili particular que hacía que la hora que duraban las clases parecieran muchas más. Lorenzo y yo nos compramos los Doboks (kimonos) correspondientes y nos embarcamos de lleno en nuestra aventura.
No tuvimos demasiada suerte al principio, con nosotros entrenaban gentes que más tarde serían cocainómanos, delincuentes o simples objetores de conciencia; de los cuales tuvimos que soportar sus abusos y... a acatar, que éramos novatos. El caso es que (gracias a los hijoputas que tenía por compañeros) con el tiempo se fue cumpliendo una de las primeras frases que le recuerdo a mi maestro: "Cuantos más golpes te llevas, más duro serás"; supongo que no lo diría por mí, ya que con una sola de mis mejillas se podía prepara la barbacoa entera de una boda gitana.
Se me hizo eterno, pero a los pocos meses (en enero) llegó la hora de enfrentarme a mi primer examen: temblaba como un judío en 1942 y sudaba como para llenar una piscina olímpica antes de entrar en la sala. En aquella sala me esperaban 3 personas corbateadas y a las que no conocía de nada... quién me iba a decir a mí que aquellas 3 personas terminarían entrenando conmigo no tardando mucho. Una de ellas era David, mi espejo particular.
Aquello fue un viernes, el lunes ya había cambiado el color de mi cinturón: ahora era blanco-amarillo y lo recibí con la ilusión que un padre toma a su hijo en brazos por primera vez, fue un estímulo para seguir entrenando y un premio a todas aquella calorías gastadas, horas sudadas y lágrimas derramadas. Y esque también lloré, pero ese capítulo me lo reservo para otra ocasión.
1 Comments:
ay mi arma blanca personal... de momento aki solo eras una mera cuchilla de afeitar...
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