lunes, octubre 15, 2007

De la costumbre y la vergüenza

La noche dibuja un bonito marco de sábado para que la fauna y flora adolescente haga su aparición en las discotecas de turno. Míster Cubata toma el mando y ameniza la noche con risas y un punto de desinhibición que permite a uno de los colegas fijarse en la chica de falda vaquera que baila junto al grupo. Ambos se refugian en la cómoda seguridad que ofrecen los amigos pero a esas horas de la noche uno ya sabe que el otro existe y llevan un rato mirándose. El caso es que se gustan: el ambiente es propicio y los grados de alcohol empiezan a ejercer su efecto, por lo que nada hace presagiar que aquello pudiera terminar mal. Sin embargo la timidez del chico es demasiado trabajo para Johnny Walker, que no termina de atreverse a dar el paso y acercarse. La chica a su vez aguarda insinuante a que el muchacho se presente porque, bueno, él es el chico y es él quien tiene que acercarse, ¿no?
A las seis de la mañana el sol les visita para recordarles que es de día y ambos toman camino a casa; sólo que esta vez, por culpa de su vergüenza y rubor lo harán cada uno por su lado.
Como ésta se producen miles de situaciones cada semana gracias en parte al mal adoptado "comodismo" de las mujeres, que esperan que la mosca caiga en su telaraña en lugar de molestarse en buscar la comida, aunque sepan que la tienen fácil al alcance de la mano. La ecuación (también hay capón para los varones) se completa con el retraimiento y la cortedad de la que adolecen, yo entre ellos, cierto número de hombres.
Si quieren mi opinión les diré ha sido la mala tradición la que ha puesto a cada uno en su lugar: los chicos nos hemos buscado ese papel "depredador" y parece que nos ha debido ir bien porque no hemos buscado desetiquetarnos; mientras, el sexo opuesto goza de un papel más relajado, a la espera de que en un buen momento se le acerque el mancebo de turno y ella decida si sí, o si no. Y ya no sólo me estoy refiriendo al ámbito del fin de semana y fiesta; sino que también ocurre en aulas, trabajos.



Por si fuera poco, las ventajas les vienen hasta de rebote ya que esa capacidad de selección es connatural a su posición pasiva: un joven otea el horizonte y escoge a la que espera será su próxima víctima, establece contacto con ella y su éxito depende del antojo de la abordada. Sencillo, ¿verdad?
Los chicos nos hemos visto abocados a confiar nuestras esperanzas en la estadística: "Si le entro a 20 por lo menos 4 caen". Sin embargo, ellas hacen de cada fin de semana su Halloween particular: "Ayer dí 5 calabazas a unos fantasmas".
Pero como en toda regla, aquí también hay excepciones: siempre tenemos al típico amigo extrovertido que hace las veces de red (porque si lo lanzas en medio de la pista pican unas cuantas) y no podía faltar la chiquilla simpática que se te lanza al cuello según te ve, pero... maldición! Casualidades de la vida siempre suele ser la menos agraciada de toda la comarca.
¿Sabéis? Como conclusión y proyecto de solución personal a todo problema,si de mi dependiera la voluntad y el aguante testicular de la totalidad de varones heterosexuales, me arriesgaría a emular a las espartanas en Lisístrata y cortaría el riego sexual del género contrario. No entraría a ninguna fémina en el tiempo que hiciera falta hasta llegar a los quicios de su paciencia, de forma que llegara un punto en que se vieran obligadas a ser ellas quienes reclamaran nuestros favores. Invirtamos los papeles! Pongamos fin al monopolio estrógeno. Basta ya de los "Sí, si ella quiere".

1 Comments:

Blogger Peachón said...

"Ayer dí 5 calabazas a unos fantasmas". Me encantó. ¡jajaja!
Siempre hay excepciones, ¿no? Siempre se puede poner un poquito de ambas partes...
Hoy sábado noche, ¿cuándo salimos por ahí? Trabajemos juntos y hermanados para ver qué se puede hacer mientras dura la magia de la oscuridad.
Besus.

2:31 p. m.  

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