miércoles, septiembre 12, 2007

De mi gimnasio y los posibles

Las primeras patadas siempre fueron difíciles:

Vaya si lo fueron. Recuerdo cada día de gimnasio como una mili particular que hacía que la hora que duraban las clases parecieran muchas más. Lorenzo y yo nos compramos los Doboks (kimonos) correspondientes y nos embarcamos de lleno en nuestra aventura.
No tuvimos demasiada suerte al principio, con nosotros entrenaban gentes que más tarde serían cocainómanos, delincuentes o simples objetores de conciencia; de los cuales tuvimos que soportar sus abusos y... a acatar, que éramos novatos. El caso es que (gracias a los hijoputas que tenía por compañeros) con el tiempo se fue cumpliendo una de las primeras frases que le recuerdo a mi maestro: "Cuantos más golpes te llevas, más duro serás"; supongo que no lo diría por mí, ya que con una sola de mis mejillas se podía prepara la barbacoa entera de una boda gitana.
Se me hizo eterno, pero a los pocos meses (en enero) llegó la hora de enfrentarme a mi primer examen: temblaba como un judío en 1942 y sudaba como para llenar una piscina olímpica antes de entrar en la sala. En aquella sala me esperaban 3 personas corbateadas y a las que no conocía de nada... quién me iba a decir a mí que aquellas 3 personas terminarían entrenando conmigo no tardando mucho. Una de ellas era David, mi espejo particular.

Aquello fue un viernes, el lunes ya había cambiado el color de mi cinturón: ahora era blanco-amarillo y lo recibí con la ilusión que un padre toma a su hijo en brazos por primera vez, fue un estímulo para seguir entrenando y un premio a todas aquella calorías gastadas, horas sudadas y lágrimas derramadas. Y esque también lloré, pero ese capítulo me lo reservo para otra ocasión.


1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

ay mi arma blanca personal... de momento aki solo eras una mera cuchilla de afeitar...

4:25 p. m.  

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